23/4/12

Viajeros en el museo

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¿Por qué mis viajes nunca se parecen a los de las promociones de turismo? ¿Por qué no puedo ser la chica en la reposera con jugo rosa en la mano? 
Si al menos fuera la de la foto de montaña con los pelos en fila  y la sonrisa permanente...Creo que hasta me conformaría con ser la paseante con camisa hawaiana...


Pero no, en los viajes me agarra un gregoriosamsismo incontrolable y a veces lluevo aunque haya día de sol...
Me ando perdida las más de las veces y mis epifanías tienen olor a plato de arroz. 

Animales en el museo
Caminar es la manera de viajar dentro de un museo.
En 1983, en un trabajo etnográfico coordinado por Eliseo Verón y Martine Levasseur en Francia  se observaron las rutinas más frecuentes en los recorridos que hacen los visitantes en los espacios de exhibición. Al tratar de organizar los resultados decidieron ponerles nombres de animales a cada uno. Así se puede ser hormiga si uno se dedica a mirar todo con detalle, pez si se camina por el centro de la sala observando a una distancia prudencial, mariposa si nos detenemos en ciertos lugares y dejamos de lado otros y saltamontes si seguimos un recorrido sin pauta fija. (Castro, s/f)

Viajeros famosos
¡Me gusta la idea de que sea válido visitar museos de diferentes maneras! Que no haya un modo ideal y que valga hasta entrar por un minuto y salir.
Visitar un museo de diferentes maneras no es muy distinto de subirse a un barco y soltar las velas...Por eso  se me ocurrió usar una clasificación a partir de viajeros de la literatura. Ahí va mi lista y el porqué me gustan sus formas de viajar.

Gulliver
El viajero que confía en el naufragio.
La aventura de su viaje es que no sabe ni a donde va, se sube al barco y el destino llega recién después de la tormenta. Viaja para perderse y llegar a lugares exóticos. Es capaz de tolerar la decepción inicial de verse atado, atacado por avispas gigantes o visitado por fantasmas. Ni el miedo, ni la sensación de incomodidad lo hacen desistir de quedarse en el nuevo lugar y de aventurarse a lo que venga.

Lo aburrido, lo inquietante, lo demasiado difícil pueden ser trabas para interesarnos por una muestra. También las cosas que no son cómo esperamos. Los visitantes-gulliver serían aquellos que son capaces de esperar, de tolerar el trabajo de traducir, de soportar las incomprensiones. Son los que creen que para un aprendizaje profundo es necesario poder quedarse quieto en el lugar nuevo esperando que de a poco se vayan revelando sus secretos.


Alicia:
La que sabe que dos por dos puede dar siete.
Alicia en el País de las Maravillas
Ilustración de John Tenniel
Alicia es capaz de recorrer mundos de sueño y hablar con los personajes más extraños. Se interesa por la historia que trae cada uno y espera a que se muestren frente a ella. Trata de hablar con la reina blanca que entiende lo que quiere entender y con el sombrerero que festeja su no cumpleaños. También pone el cuerpo si la situación lo pide y crece de tamaño o se achica si hace falta. La razón no es la ley principal en sus historias, pero ella camina despreocupada más atenta a las leyes que los "otros" proponen que a los peligros que puedan causarle.

Poder salirse de la lógica en los museos puede asustar a cualquier paseante...pero hay visitantes a los que no les da miedo acostarse en el piso del museo para ver una pieza desde abajo, caminar en puntas de pie o girar en el lugar...tampoco se asustan cuando les escriben cartas a los artistas ya muertos o se enamoran de alguna estatua...


Ernest Hemingway
Ernest Hemingway
Foto de pasaporte
1923
El de lápiz y libreta en mano.
Hablo del personaje de "París era una fiesta", no del autor de los libros. Ese joven periodista con deseos de convertirse en escritor que iba todos los días al mismo café a escribir en su cuaderno. Su "viaje en París" se relacionaba directamente con las palabras que escribía cada día. En el libro no se nos comunica lo que dicen esas páginas, pero sabemos que en las ficciones que estuviera inventando estarían los rastros de sus encuentros con Gertrude Stein, Scott Fitzgerald, Ezra Pound  y los paisajes de París con sus comidas y caminatas. Escribir era el sustrato, el medio y el fin. Todo lo que había de viaje parecía confluir en ese espacio rectangular del papel en blanco.

Esta forma de viaje me gusta particularmente, ir a un museo con algo donde escribir me resulta un ejercicio fascinante. Es como si las ideas y emociones pudieran tomar cuerpo, convertirse en algo ajeno. Los visitantes que escriben
tal vez buscan dejar rastro de su paso por el museo o tal vez intentan que haya más de un camino entre lo que el museo propone y lo que pasa adentro suyo.


Tom Sawyer:
El que remonta el río en compañía de su mejor amigo.

Huckleberry Finn
Siempre me encantó la fidelidad de Tom con su amigo y la libertad con la que se mueve en las tierras del Misisipi. La escena de la balsa en donde remontan el río con Huckleberry Finn es una de mis preferidas. Los pies descalzos, el sol en la cara y mucho rato para estar juntos. Me puedo imaginar el sonido de la balsa y los tiempos en silencio entre ellos, también las charlas de noche mientras los grillos y otros animales les hacían de fondo.

A medida que pasan los años, el tiempo se vuelve un objeto en extinción, los ratos con amigos suelen estar medidos y ya sabemos que tienen fin. Hay quienes eligen encontrarse con conocidos en un museo. Visitan las salas en compañía de gente como manera de recuperar por un rato un tiempo sin tiempo, de no estar solos en el medio de geografías de objetos y países en forma de salas.


Pinocho
Al que no le importa perder el tiempo.
El deseo de convertirse en "un niño de verdad" es postergado en cada capítulo del libro. En todo el texto existe esa tensión entre hacer lo que debería e ir detrás de lo que da la gana. Pero hasta el final gana siempre su "vagancia", por eso no duda en pegarle un martillazo a Pepe grillo que lo hostiga con sus consejos o vender el abecedario que con tanto sacrificio le compró su padre. Vive en el país de Jauja, conoce a las marionetas, se deja engañar por el gato y el zorro, miente si es preciso...vive a la deriva y no le tiene miedo a la intemperie.

¿Qué dirían de nosotros si en el Louvre preferimos quedarnos viendo una obra de un francés poco conocido y salir sin haber visto La Gioconda? ¿O si nos gusta ir siempre al mismo museo? ¿O si en una ciudad muy conocida no vemos nada de lo que propone la guía turística y nos vamos detrás de algo que apareció de golpe? Estos visitantes no temen no haberlo visto todo, mucho menos  a las charlas de eruditos en donde tengan que mostrar que saben menos, conocen menos, entienden menos...


Se puede viajar...
De la manera que nos parezca.
Tal vez el secreto sea no asustarnos con las frustraciones ni con los "deber-ser" y volver a salir de aventuras cada vez que se pueda, quizá esa sea una manera de saber quiénes somos...Jorge Larrosa dice (al hablar sobre Nieztche) que el "conócete a ti mismo" no es una carrera hacia algo que ya está dado de antemano sino que se acerca más a la invención que a el desarrollo de potencias escondidas. Algo así como que el "sí mismo" es algo que creamos a medida que vivimos y no algo que nos viene dado como si se tratara de un código que deberíamos desentrañar.
"Eso que somos y que tenemos que llegar a ser no es ya ni sujeto ni objeto, 
no es una 'realidad' de ningún tipo, ni subjetiva ni objetiva, 
no es ni siquiera una 'idea' que tendríamos que 'realizar', sino que está claramente 
del lado de la invención (...)del lado de la lógica des-identificadora de la invención" (Larrosa, 2007)
Así que salgamos de viaje por los museos porque como dice el poeta "para viajar basta solo con existir" (Pesoa citado por mi amigo el Dr O.)