23/2/17

Dime dónde cuentas- La construcción de un espacio de narración en la escuela

"...toda lectura tiene raíz en el oído" dice Aidan Chambers y cuenta de su abuelo minero capaz de contar leyendas como si fueran ciertas, de la maestra de primer grado que relataba historias de la Biblia, de su mamá que al ver que el hijo tardaba en aprender, leía en voz alta los textos.
Tres voces distintas que salían sopladas de labios distintos y que sonaban de manera distinta. Que se organizaban en torno a ritmos distintos y que tenían volúmenes distintos. Grave, agudo, soprano, soprano, grave, tres maneras de entibiar la palabra para que llegara a punto a los oídos de ese niño que no sabía todavía que no iba a poder abandonarla nunca.

Los relatos no empiezan nunca en la escuela. Tampoco cuando se aprende a leer. Arrancan con las historias cotidianas de las casas y con los arrullos de la noche. Desde que nacemos escuchamos relatos en forma de anécdotas y de canción infantil. Aunque no sepamos todavía lo que dicen las palabras, sentimos las emociones con todo el cuerpo. Entendemos de qué viene el relato y nos dejamos tocar por cada frase.
Los cuentos nos vienen de lejos y tienen sabor a abrazo.

Como si fueran en sí mismo un fuego, los cuentos tienen que ver con el calor y la calma del final del día.
Cada vez que escuchamos un relato
dejamos afuera los problemas
y nos abrigamos con los mundos lejanos,
somos campesinos sentados cerca del hogar después de las faenas del día...
Nos dejamos atravesar por la palabra
para que nos proteja y nos transforme,
nos devuelva la temperatura
y nos anime a ser diferentes.